¿Aún? - parte 1


Me despierto temprano: el temporal invernal no me deja dormir. No lo soportaba aun cuando vivía en el trópico sur y alguna pequeña ventisca refrescaba el ambiente sin mayor anticipo. 
Definitivamente, el frío del norte es mucho más fuerte.
No sé si dar un paseo por la ciudad o pasar adormitado el día entero. El fantasma del insomnio me hace entender que lo segundo sería una mala decisión. 

De un salto salgo enérgico de la cama y cambio las sábanas: ya pasaron 3 días y aunque no huelen mal, creo que prefiero evitar la visita de cualquier intruso hipoalergénico. Wow, antes no usaba esas palabras; no solía ser un sujeto intelectual
Termino de cambiar las fundas de las almohadas, reviso si por ahí queda alguna arruga y al ver que no, voy directo al armario. La madera está algo desgastada: creo que dentro de poco tendré que cambiarla, aunque eso afecte la armonía rústica que tiene la casa. Sobre todo la de este cuarto. 
Pero creo que es momento de renovarlo de todo.
Quizá mi vida entera también.

Mañana mismo iré a buscar apartamentos, (espero que los agentes inmobiliarios estén menos espantados que yo por el clima). Si no, eso me dará tiempo de comprar ropa, porque nada de novedoso tienen mis chaquetas y abrigos de ya casi 5 años.
Entre lo poco que tengo, me decido por una camisa azul manga corta adornada con tamborines; la acompaño con un blazer que no uso desde hace exactamente un año (el color es indiferente) y una bufanda color mostaza que tiene el muñeco de nieve que cosí a mano para quitarle un poco de seriedad. 
Es una salida al parque, no una reunión de negocios.

Apilo la ropa para matar el espacio muerto que dejaron las prendas que saqué y junto a una nubecilla de polvo cae un retazo de jean. Está estropeado y se nota que el corte fue drástico, inintencional y que dejó estragos en lo que sea que se haya roto.

Sé la historia detrás de ese pedazo de tela de jean (no me preocupa que se diga de otra manera), soy su protagonista. O por lo menos el actor de reparto de esa situación.
Me siento un segundo sobre la cama, suspiro y me tapo el rostro.
No quiero pensar en eso. 
Me levanto con delicadeza para evitar estropear el tendido.

Ya fuera de casa, camino quince minutos hasta dar con el parque más cercano a mi residencia. Al llegar miro al cielo y veo caer un copos de nieve. Cierro los ojos, con la cabeza con dirección al firmamento, doy una pequeña vuelta y dejo que lengua saboree la nieve y me cause un estupor cómico. Siento cosquillas, me río y abro los ojos. 

Hacerlo me causa mayor estupor, esta vez sin que la nieve cause risa alguna. 

La veo; sostiene un cigarrillo en la mano;
ella me observa detenidamente, finge no conocerme
y suelta humo de su boca cual chimenea.

No ha pasado tanto tiempo, Mónica.
O al menos eso creía.

Ya puedes leer la segunda parte aquí.

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