Diversión a la carta
Esta entrada es auspiciada por mi nuevo corte de pelo y el rojo que enmarca mi nuca y me llena de dolor.
Por favor, siempre usen protector solar. En serio.
En todo caso, aprovechando el feriado más extenso del año, me propuse que lo dedicaría a descansar. Esta ocasión, le di prioridad a tratar "bonito" a mi cuerpo por sobre "farrear a lo bien".
Inicié avanzando en mi lectura del "Libro del Mal Amor", novela del peruano el Fernando Iwasaki, para desempolvar mi pobre hábito lector de las últimas semanas. Había estado escribiendo con regularidad, pero leyendo muy poco, y eso con el tiempo no funka. Además, la narración de Iwasaki, me dejó una lección muy concreta en uno de sus capítulos, que compartiré con ustedes -a la brevedad, espero- en otra entrada del blog.
Más avanzado ese primer día de feriado, decidí darle tiempo a mis lecciones de italiano; otro de los hábitos que estoy retomando. En Enero me fijé la meta de aprender, pero el envión de año nuevo me duró poco más de tres semanas. Desde hace ya casi mes y medio, mi deseo por empaparme de la lengua di la pasta, está recargado. Espero que para el final del año, esa pequeña gran meta haya tenido un avance considerable, en gran parte gracias a mi actitud de cara al último trimestre.
Tengan presente ese detalle.

Inclusive, mi mamá aprovecha para burlarse de mi papá,
y cuando por alguna razón logra ganarme, ella lo tilda de "milagro".
La joda de mi mamá se iba a repetir, porque mi papá iba a vencerme, por nada, pero ganarme al fin, y obvio le contó a mi mamá.
Linda camaradería entre mis viejos.
De esas derrotas con mi papá, pese a tratarse de un juego quizá hasta nimio, siempre saco una buena lección. Esta vez, fue darme cuenta que algo le estaba haciendo falta a esa nueva actitud que estoy llevando a cuestas desde octubre: diversión.
Cuando estaba jugando, no pensaba en pasarla bien, sino en ejecutar tiros con alto nivel de precisión, cosa que no está mal: ganar y, sobre todo, mejorar y superarse es magnífico, pero no puede ser a costa de la diversión, de un momento de calidad con otra persona, o de un desgaste mental bárbaro.
Me di cuenta, entonces, que jugaba y venía haciendo muchísimo de lo que hacía lleno de tensión, pensando en qué haría cuando las cosas me comenzaran a salir bien y ni preocupándome del momento, de sonreírle a la vida por el simple hecho de estar con mi papá, de aprender la sonoridad de un nuevo idioma, o de profundizar en una lectura valiosa.
La felicidad estaba ahí, en esas pequeñas cosas, y no me daba cuenta.
Entonces, desde y por ahora quiero divertirme,
contigo, con ustedes, con la vida, con todos.
Luego ya veremos qué pasa.
¿Qué hice el resto del feriado? Un montón, entre eso cortarme el cabello al ras, pero los pondré al tanto de esa historia en otro momento.
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