Antologías I: de por qué comparto fotos de "esos" perros


Una tarde no tan lluviosa de finales de febrero. Ya han pasado casi 3 meses desde la tragedia. Dos niños pasan frente a una tienda de mascotas. Como es común, no ingresan, se quedan vitrineando. En verdad, es el único caso en el que el verbo se aplica tal cual. Por eso, la ausencia de comillas en el gerundio. Contemplan, entonces, a los distintos amigos con cola encerrados en cajas y expuestos a un montón de miradas, por suerte la mayoría, incluidas las de los infantes, llenas de ternura.
A uno de los pequeños se le escapa una pequeña lágrima. Se la seca más como demostración de valentía que de ímpetu y pregunta:
- Papi, mami, ¿vamos a tener otro perrito?

Otro. Arde decirlo, pero se ha ido y aunque esto no es la búsqueda de un reemplazo, un niño que perdió a su mejor amigo de una forma tan inesperada, solo encontrará consuelo al ver otra cola moverse al ritmo de su voz.

- Tenemos que esperar. Nos prometieron que pronto nos conseguirían un nuevo Spot. - responde su mamá.

Nuevo. También guarda un sabor agridulce. Pero si va a venir alguien a ocupar tu espacio, que se asemeje a ti, aunque cada uno en su esencia sea único e irrepetible.
- Ha pasado ya un tiempo desde que nos dijeron eso - acota la otra pequeña, con voz queda. Se le nota la confianza perdida.
- Miren, mis amores - vuelve el padre a tomar la palabra - si no nos lo traen hasta fines de marzo, venimos por ese pequeño amigo de allá - concluyó señalando al french. 

A todo esto, espero que ese churroncito siga vivito y coleando (literal) y que su familia lo esté llenando de amor. No pudimos ser nosotros: Spot II llegaría el 20 de marzo del 2007. Un nuevo Fox Terrier llegaba al apartamento de los Loaiza. Retornaban las risas y los juegos sin cesar. La nostalgia traía discreta algunas lágrimas, pero la felicidad se palpaba con el integrante de 4 patas que arribó con deseos de comerse más que solo el mundo.
Casi 12 años después, qué agradecidos estamos de que haya sido un Fox Terrier, de que haya sido nuevamente Spot. Realmente dudo mucho que le hubiéramos dado ese nombre al french o cualquier otro perrito que llegase a casa. Tenía que ser un Fox Terrier; uno de pelo alambre o como se los conoce a sus homónimos ingleses wire. 

Me voy a ahorrar algunas líneas, y dejaré que las imágenes les expliquen el por qué.
Suelo ser defensor de las letras, y creo que 1 palabra bien seleccionada y escrita con la intención correcta puede describir 1000 imágenes. Pero hoy no quiero jugar tanto con su imaginación. Al menos no en esta sección de la entrada.



Diría que son una raza superior, pero no quiero convertirlos en los nazis de la especie canina. Además, los pastores son los que se autodenominarían de esa forma. ¿Entienden? Porque son alemanes. Pastor alemán, ¿alguien?. Bueno, ya basta del humor negro. Lo único de ese color a lo que haremos referencia hoy, es la matiz oscura y densa que da forma a las manchas que contornean prácticamente todo el torso de estos perros de origen escocés. Los dálmatas las envidian presuntuosos, alardeando que las de ellos son más constantes y están mejor distribuidas. No soportan que entre negro sobre aquel lienzo blanco que es el pelaje del Fox terrier, también nos podamos deleitar con un pincelazo de dorado o un círculo desfigurado que contiene un castaño que despierta las neuronas tanto como el café con una pizca de leche que tomamos cada mañana.

Adentrémonos entonces en las fascinantes posibilidades que nos ofrecen sus cortes de cabello: con los Fox Terriers pasa que cuentan con una dualidad exquisita. Puedes ejecutar con artística conveniencia botas en sus patas o dejar con precisa matemática su pelaje a un nivel estándar, logrando que se convierta en una criatura afelpada que no te provocará más que ganas de abrazar.

Pero nada se compara a su sentido del respeto y la fidelidad. A pesar que pueden correr a velocidades solo alcanzadas por un taxi; aunque parezca que hibernan hasta en el verano más caluroso; pese a su  desesperación cual capricho de niño a la hora del almuerzo, más allá de todo eso, el amor que le conjuran a su compañero humano, es maravilloso. Son como niños, alocados, desordenados, dormilones, gritones, pero cariñosos al extremo, de esos que no soportan la tristeza ajena y usan con ternura su garra para que viendo su juguetería coqueta, olvides tus males, al menos por un rato.

Creo que mi momento favorito con Spot es precisamente uno en que la melancolía había superado mi volátil cabeza de adolescente y termine llorando en el patio de mi cabeza. Al secarme un poco los ojos, lo vi a él, sentado a mi lado. Prometo que no exagero la escena: nos quedamos mirando al firmamento el cielo despejado y con unas estrellas; pedimos, entonces, un deseo. Hasta ahora se ha cumplido. Él ha hecho todo lo posible porque sea así.

He querido atesorar estos instantes fugaces en la dispersión de lo digital, pero nunca me he sentido suficientemente capaz de crear una cuenta que rinda honor de la forma que quiero a mi peludito. He tenido ideas, muy buenas -creo-, pero ejecutarlas no ha sido mi prioridad. El otro día encontrándome con el #foxterrier me di cuenta que no podía esperar más ese momento. Lo que esta vez decidí fue que toda la familia se involucrara y alimentara el contenido de la cuenta.

Muy pronto entonces, compartiré en mis stories no solo fotos de Fox Terries, si no del -como lo llama mi papá- mejor de todos. Baaf, baaf, respondería Spot halagado.

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