Cinco: a contra reloj



Dentro de las grandes pruebas de ciclismo -aquellas que ponen a prueba durante 21 o más etapas de hasta más de 200 km a los mejores profesionales del mundo- existen las famosas carreras a contra reloj. Estas pruebas tienen menor carga en kilometraje que una etapa normal: por ejemplo en el último Tour de France, la distancia entre Saint-Pée-Nivelle y Espelette fue de 31 km. No obstante que las distancias sean cortas, provoca el aumento de la intensidad y más aún de la competitividad.

Pero esta competitividad tiene un caso de particular, al menos según mi perspectiva: es una competencia interna, son 31 000 metros en el que la cabeza lucha contra el dolor y achaques que quedaron en el cuerpo tras las otras etapas de competición. ¿Qué tanto quiero esto para comprometerme a pedalear a un ritmo todavía mayor, cuando mis piernas ya no resisten, la espalda pide tregua y el abdomen está extremadamente tenso? 

No hay nadie más junto a mí realizando el recorrido.
Compañeros y rivales lo han hecho o están por vivir la misma experiencia mental que yo en este momento. ¿Dónde encuentro motivación? o ¿acaso me mueve solo el otro?. 
Esto quiere decir que ¿mi deseo de triunfar es entonces cojo ante la falta de otro que esté determinando que significa éxito a mi propósito?

Hace unas cuantas semanas atrás yo, el subconsciente quiso dar respuestas a estas preguntas que me hago al escribir este texto

Aquel 10 de octubre, yo necesitaba superarme a mí primero. A la versión pasada de mis fracasos y pasividades. Ya había cedido demasiado a la tranquilidad engañosa de que "hay cosas que no podía controlar" y de "siempre habrá tiempo para corregir los errores". Y ese día, mi reto no fue pedalear cargado de un agotamiento mental y físico indescriptibles. Mi desafío fue más sencillo: llenar 5 formularios en 10 minutos. 

¿Por qué quería participar en un concurso internacional en el que ya tenía un excelente resultado anterior?, ¿no era acaso esa un forma de demostrar que la ocasión anterior no fue más que suerte la que cayó de mi lado?. 

¿Me motivaba acaso encontrar una excusa para ralentizar los últimos detalles de mi documento de tesis?, ¿quería simplemente quedar bien antes el grupo que yo había conformado?

La noche anterior había sido larga, desgastante, un etapa de una carrera que no veía próxima a ganar. Pero por más que la batalla parezca perdida, dejar una lucha a la suerte, es imperdonable.

Me mueve hacer las cosas bien, encontrarle la vuelta a los reveses de la vida y ser la mejor versión de mí mismo. En ese momento en que le gané a la pereza y el alma se me puso en los dedos para gestionar esos 5 formularios y finiquitar la inscripción en menos de 10 minutos, no tenía tan claros estos pensamientos.

Pero en mi corazón algo había. Un resplandor se iba soltando y esa luz que iba pedaleando a contra reloj, logró su propósito. Uno pequeño, pero propósito (porque tenía sentido propio) al fin.

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