Toca - Parte 1


- Bueno, ¿qué harás mañana? -me preguntó con una duda prolija y sincera.
- Pues, tomar el primer bus que encuentre - estuve a punto de pedirle un cigarrillo, pero la ansiedad no podía ganarme... todavía - Con suerte y mañana mismo estoy en la frontera.

Ella sí encendió uno de sus tabacos. Le quedaban 2, si mis fantasmas me acorralaban aún tenía tiempo de soplarles un poco de fuego. Después, claro está, se tomarían revancha.

- ¿Y tus papás? - me preguntó después de intentar (fallidamente, obvio) hacer aros con el humo de su boca.
- Ya se hicieron al dolor. -y me tiré en el césped con las manos sobre mi cabeza- La verdad, ellos sabían que no tardaría en irme.
- No creo que fuera la forma en que esperaban que pasaran las cosas.
- Tampoco es que se van a enterar. -la miré suplicante, pero con seguridad - Y tú no serás quien se los diga.

Alzó los hombros mostrando cierto quémimportismo. A mí poco y nada me afecta ese comportamiento. Diría que hasta me había malacostumbrado demasiado. Un par de pitadas más y el cigarrillo ya estaba por la mitad.

- ¿No hay alguien más por quién te quisieras quedar? - y se tiró al piso imitando mi posición. - Las nubes se ven tan cómodas, ¿no quisieras quedarte a dormir en ellas?
- No sé qué responder primero - y su mirada se tornó candente y peligrosa. Más que la llama que mantenía vivo su tabaco a pesar de la ventisca.

Juro que si no tomaba rápido la palabra una vez más, en estos momentos tendría una cicatriz en el cuello producto del cigarrillo.
- Me gustaría estar en las nubes para poder huir con el viento. Y sobre lo otro, pues, el 60% de las personas que me conocen en esta ciudad me buscan solo por necesidad. No soy un genio, para estar tan solo concediendo deseos.

Me miró un poco consternada. Una pitada mal lograda. Tos, tos, tos y a encender el penúltimo cigarrillo de la caja.

- ¿Por qué 60%?
- 60% es más de la mitad, pero sigue sin ser un número muy categórico. Tampoco soy un lobo esterpario.
- ¿Esterquée?
- Esterpario. Es una especie de lobo. Uno que es solitario.
- Wow. Eres demasiado nerd.
- Jajaja no sé por qué te sorprende.

Y después de la risa, un suspiro. Desconsuelo total. Claro que había alguien por quién me gustaría quedarme. Simplemente mi respiración no me permitía seguir mucho tiempo más rodeado de ella.
Es una metáfora, por si acaso.

- ¿Quién es la persona de la que más te hubiera gustado no enamorarte? - me preguntó de repente. No podía escapar. Podía ser la última pregunta que me fuera a hacer.

Sí. No tenía intención alguna de regresar una vez que me subiera a ese bus y me convirtiera en un migrante más.

- No quiero responder.
- ¿Es en serio? Te largas mañana, nunca más te voy a volver a ver y me dices esa mierda.
- Ya. Pero dame el último tabaco.

A esa altura, el cigarrillo que ella tenía en mano era casi una colilla. Su hábito de fumar a modo F1 no había cambiado nada.

Me miró anonadada y me percaté de un pequeño tic en su ojo izquierdo. Con la mano derecha, por el contrario, accedió a entregarme el requerimiento de mi respuesta.

- Eres tú - dije y levanté ligeramente la espalda para abrazar mis rodillas contraídas. Maldita ansiedad.
- No lo puedo creer.

Mi postura cambió, en un acto de soberbia me levanté de golpe. ¿Qué se supone que no podía creer?

- Desde el primer momento en que te hablé. Esa ocasión en que salimos tan inocentemente, creí que ibas a ser la primera que no me iba a lastimar. No le tenía expectativas al amor, sino a cómo lo manejarías tú.

Se quedó callada, cabizbaja. No podía ver sus ojos, pero el fuego se había apagado. El tabaco, también hecho cenizas.

- Y eso no es lo peor -dije con la voz al borde de romperse - Lo peor fue que siempre me decía a mí mismo que no me importaría que no me correspondieras, que fueras ajena a mi corazón, a mis gestos y detalles. Que si te fueras, obvio, tendría que adaptarme, pero no ibas a dejarme ningún hueco en el alma.

Hice una pausa. Apreté los puños y los clavé sobre el césped lo más firme que pude.
Mi rostro comenzaba a mojarse.

- Y hoy sigues aquí - el llanto sin cesar - y soy yo el que se tiene que ir, porque el hueco no puede ser ya más grande.

Dejé caer el tabaco y mi cuerpo sin resistencia con él. Cerré los ojos a pesar del ardor por las lágrimas.

Oscuridad.

Al abrirlos me saludó cordial el atardecer y ella sin despedirse ya no estaba.

(Cont...)


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