Ocho: Decisiones


Era inevitable que una de las historias de esta cuenta regresiva no hablara de tomar decisiones. Después de todo parte de crecer, de estos 22 años que estoy por cumplir, es entender que nada (absolutamente ninguna instancia de la vida) sirve, sino haces algo al respecto.
Eso es lo que conocemos por decisión.

Era inevitable también que mi corazón revulsivo sostuviera sin consecuencias un montón de cambios que he estado experimentando desde hace un tiempo. No soy de metal. Tengo derecho a sentirme mal de vez en cuando y eso no me hace cobarde, débil o inmaduro. Me hace humano. Llevaba tanto tiempo reprimiendo mis miedos, que entre una cosa y otra, unas palabras, una confesión y el cansancio, tuve que colapsar. Y ¿saben? No me arrepiento de haberlo hecho.

Ahora, soltar, desprenderse del dolor y aceptar la pena, también es inútil si no nos planteamos acciones a partir de aquella situación: ¿qué nos llevó ahí?, ¿de verdad era necesario caer tan bajo? y la más importante, ¿qué voy a hacer para salir de esto? para procurar no llegar a este punto nuevamente. He dicho muchas veces esto a lo largo del último mes, pero es válido repetirlo: estas preguntas se dicen y se escuchan más fáciles de lo jodidamente complicado que es llevarlas a la acción.

Lo sé. Totalmente. Lo he experimentado. El cambio sin embargo comienza con el deseo sincero de revolucionarnos a nosotros mismos y encontrar lo que realmente nos merecemos.
Nos da miedo también tomar esas decisiones porque creemos por nuestro registro de caídas y equivocaciones que van a ser muy malas. Pero créanme, créeme si estás leyendo esto, no hay peores decisiones que las que no se toman.

¿Y cuáles son tus decisiones, George?
Después de tomarme un tiempo para pensar, sentir y aceptar cada una de esas sensaciones, he decidido quedarme. Sí, estoy aquí. Quizá, ya no puedo decirlo de otra manera. Me quedo, definitivamente.

¿Por qué? Porque no quiero ser otra persona más en tu vida que te abandonó cuando hubo un desliz y la situación tomó un giro un poco inesperado. Quiero quedarme, porque me gusta estar contigo, a nuestra manera (que seguimos descubriendo). Porque aunque no sepa qué decisiones vas a tomar, quiero estar ahí para ti, a pesar del desenlace. Si te llegas a ir (y ojalá no), que sea porque preferí arriesgar demás a no jugarme ninguna carta contigo.

A pesar de los momentos duros de anoche (y de estas semanas, lo han sido, lo sé) guardo como postal en mi mente, estar sentado ahí, rodeándote y tratando de hacer lo que estaba en mí para hacerte sentir mejor. Con un abrazo o con solo mi oído atento a escuchar qué te agobia.

Siente ese peso, suéltalo y sigue. Toma decisiones y si quieres, por favor, házmelas saber, L.

Comentarios

Entradas populares