Nueve: Este diploma sí lo quiero enmarcar


En esta aventura de escritor, me he embarcado en un montón de proyectos: unos se han quedado en ideas, otros cuantos fracasan a la primera semana de trabajo, algunos toleran unos meses de tortura e inconstancia. Y, por suerte (y amor al arte), hay unos cuantos que encuentran las condiciones para crecer, evolucionar y cruzar un mar de problemas y así convertirse en pequeñas alegrías. 

El blog entra dentro de esa categoría. Definitivamente. 
Pero hoy les quiero hablar de otros dos proyectos que guardo cálidamente en mi corazón. 

El primero es la edición, corrección de estilo del Libro por los 50 años de aniversario de FASINARM, una institución dedicada a devolver la sonrisa y dar vida digna a personas con capacidades especiales. En marzo 2016, se abrió una pasantía en el lugar y tenía que ver con redacción de textos. Yo ya había escuchado rums rums de su labor y compromiso social, así que decidí darle una oportunidad. Tres meses de trabajo y una gastritis después, llevaron a la evolución de una revista académica en un texto recopilatorio de experiencias y testimonios de vidas transformadas en el medio siglo de vida que cumplía FASINARM. En septiembre de ese aquel año, en un evento en la Universidad Casa Grande, el libro fue lanzado oficialmente y recibí una copia. Mi nombre en la sección de créditos y una sonrisa que llena mi alma y estante cada que lo recuerdo.

La segunda sucedió anteayer, en parte, por eso esta historia del día se trata de ello. Tuve la oportunidad de colaborar con un Proyecto de Aplicación Profesional como parte del proceso de titulación de unos compañeros de mi la Universidad. El proyecto tiene por nombre Güeyitas y la idea fue crear un libro a partir de las historias de vivencias de niños extraordinarios de casas de acogida de la ciudad de Guayaquil. Estas historias relataban su experiencia con mascotas y su aprendizaje sobre la canoterapia y los refugios animales, promoviendo una cultura de adopción cada vez más necesaria en nuestra ciudad. Mi rol nuevamente fue editar una serie de cuentos que serían parte de este libro. 


Finalmente mi estilo no era lo que buscaban -y humildemente uno debe aceptar esos gajes del oficio-, no obstante para la edición final usaron algunas frases, pensamientos y motivaciones de personas que había planteado durante mi proceso de y me dieron créditos en el libro. Y durante el evento de premiación a los niños que colaboraron con sus maravillosas historias, tuve la oportunidad de recibir un pequeño reconocimiento junto la copia del libro que me fue entregada. 


Es un pequeño diploma, pero es quizá el más valioso que haya recibido hasta este momento de mi vida. La magnitud de lo que vivimos no está en que tan grande parezca la experiencia por fuera, sino en la pasión con la que el corazón cataliza y experimenta dichos momentos.

Mis padres, aunque no sea muy de mi gusto, siempre han gustado de enmarcar todo documento impreso que me dan en forma de reconocimiento: premios que van desde la escuela hasta mi último año de universidad. 

Creo que esta vez por fin les daré la razón, porque mami este diploma sí lo quiero enmarcar.

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