Diez: La no-ficina y el millón


No soy bueno improvisando planes. Eso le dije a la persona con la que tuve una de las citas más anecdóticas de la vida. En verdad, si alguien fuera experto improvisando planes realmente ya no se sentiría el encanto de lo sorpresivo. Es como la comida precocida: por más que sea tu plato favorito, anticipas que la experiencia del paladar no será lo suficientemente buena.

Por otro lado, pienso que la capacidad de improvisación está al alcance de los recursos y limitaciones del momento.

Ya te dije que me hubiera encantado -en un ataque de locura- huir a la playa, pero no me molesta, en absoluto, si decidimos caminar por un parqueadero cual noctámbulos o terminamos comiendo helado en una gasolinera. Funcionaría de cualquier forma, y ya explicaré por qué.
Antes quiero regresar a la not so kind of date.

- Nosotros tenemos café ilimitado - me dijo su jefe argumentando frente a mi respuesta.
Por primera vez en mi vida, alguien me consideraba tan freelance como para preguntarme por qué haría tal o cual cosa en relación a mi independencia laboral. Y el café siempre suena bien, en cualquier contexto. No hay mucha ciencia en eso.

Esa improvisada entrevista representó el punto de partida de mi salida. Así es mi not so kind of date comenzaría en lo que ahora llamo la no-ficina, un espacio donde trabajar es tan fuera de lugar que hasta se siente bien. Aunque obviamente a nadie le guste trabajar hasta las 11 pm, peor si tenía planeado ir a comer unas arepas.

Durante esas primeras dos horas y un cuarto, me haría influencer de una marca de chocolate, me reiría de memes que no sabía que existían y fracasaría cada vez que un vídeo me apareciera en el feed de facebook. Hail, Javascript! 

Luego el estómago pediría tregua a tanto scroll y cliqueo, y cambiaríamos las arepas por shawarma y quipes en el Arabito (el mejor de la ciudad, por cierto). Y bueno, descubría también lo fácil que es destruir una 'chancla'. Un nuevo día, una nueva gran lección de vida.

Medio en serio, medio en broma, ayer me quedé con algunos aprendizajes que parecen sencillos pero que tantas veces al dar por sentado, olvidamos y los dejamos empolvar en nuestras cabezas. El más importante para mí este:
         
         Si en serio quieres estar con alguien, pasar el rato con una persona, no hay nada que te disguste. Seguro recuerdan lo genial que era pasar con tus mejores amigos en el recreo, pero si ante la urgencia no se podía, te hubiera dado igual estar a su lado en silencio cómplice mientras el profesor de física enseñaba fórmulas que a pocos le siguen valiendo de algo.

Todo por la anécdota. Todo por las personas.

Y ahí es donde todo funciona. Funciona porque, así como dije ayer que la ropa se adapta a la ocasión, ahora es momento de darse cuenta que los momentos se tienen que acoplar a la persona con la que quieres estar.

Nunca es solo el lugar, el espacio o la ubicación geográfica. Es más que la cafetería, el bar o la casa de tus abuelos. Puede ser un parqueadero o una gasolinera. Quizá sea la no-ficina.

Lo que realmente importa es lo que esos lugares representan y el valor que tú les das a las personas que estuvieron junto a ti en ese instante único.

Y esta persona -aunque a veces dude de sí-  se merece un 1' 000 000 de 10.

Pd: Si no entendieron la última referencia, pueden dejar de leerme. Es el final.
Pd2: Estoy exagerando, solo replantéense la vida un poco.
Pd3: Olvídenlo, simplemente no me hagan saber si no lo llegan a entender. Que ese sea su nuevo y oscuro secreto.




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