La Reina del Alba


Paso delante, paso atrás. Movimiento de cintura, semicírculo derecha. Cambia de lado. Y viene el viento a incomodar a este mujer; le arremolina el cabello una ráfaga.
Ahora, luce extraña, impropia diría yo en ese trajecito de ceda alemán que se ha puesto. Estoy seguro que mañana ya ni lo vuelve a usar. Solo le ruego al cielo que no termine a oscuras, nadie merece estar tan pálido como esa mujer, menos todavía una pieza Gucci original que tomó bandido horas y horas de sueño de una diseñadora y ay, madre santa, ni hablar del que confecciona.

- Oye, oye, ¡OYE! - Escucho apenas y cuando me grita.
Me he quedado absorbido pensando en cuánto hubiera amado estudiar modas. La fotografía es un buen consuelo, siempre me digo. Menos cuando toca aguantar clientes que te tratan como el or..

- ¿No me estás escuchando?, necesito ir a cambiarme el peinado, o al menos arreglármelo. Ya no tiene sentido si mi cabello parece nido.

De arpías, pensé y reí silente.

- ¿Por qué ponés esa cara?, tendrás que esperarme - mi risa se va - aparte de que fuiste vos el culpable de que estemos aquí. Que sí, porque en los exteriores hay mejor iluminación - ahora ella me imita burlona. ¿Quién se cree ahora esta mina?

Tengo ganas de responderle con risa patética y deprimente que ella había escogido el lugar. Porque (y cito textualmente) "los parques en otoño se asemejan a mi alma robusta".

¡Cuánta falta me hacía el dinero!

Llegamos a su casa que está a dos cuadras del parque. Ella fresca y con un aire más me pregunta por qué me he demorado -1 minuto más- cuando me ha dicho que no era necesario que trajera el equipo conmigo. Que por estos barrios, no roban.

Ya en serio no sé qué pensar, menos qué sentir. No es rabia y no me apetece la pena en estos momentos.

Entramos y todo es cual lo esperaba. Lujo desde el picaporte al tapete de bienvenida -que me sorprende ver; ¡qué modales!-.

Comienza subir, pero se detiene de repente y voltea a verme
- ¿Por qué no estás subiendo?
- Prefiero esperar abajo
- JA. No, tienes que ayudarme. Ya no tengo a quién pedirle consejos, así que al menos me vas a escuchar hablar conmigo mismo.
- De verdad, estoy bien acá abajo. Además de que ese no es mi trabajo -quizá alzo la voz más de la cuenta, pero es necesario dejarlo claro.
- Lo siento, lo siento. Tengo un par de cosas revueltas en mi cabeza. Literal - y se señala el cabello- ¿podrías ayudarme? Sé que no es tu trabajo, pero me vendría bien el consejo de un amigo.

No entiendo un carajo, ahora sí, pero antes de que me vuelva a consumir en mis pensamientos, ella chasquea.

- Mirá, es como cuando Benedetto anda en sequía goleadora, necesita alguien que lo asista hasta que meta una. Yo te necesito a vos.

- Eso sonó extremadamente romántico, aparte de que soy de River. Lo siento. Te deposito el dinero de vuelta. Adiós - digo, mientras comienzo a abril el picaporte con cuidado de oxidar el material que sea que fuere.

Salgo, pero no cierro la puerta. La dejo topada.

Cuando entro 5 minutos después, con un balón de fútbol (el primero que conseguí), la puerta sigue como la dejé. Al parecer unos niños estaban más que conformes con prestármelo, si les tomaba la foto oficial de "Invictus", el mejor equipo de la liga infantil de Recoleta.

Trato de subir sin hacer más que el ruido necesario después de asegurarme ahora sí que la puerta esté cerrada en su totalidad. Entro al que supongo que es el cuarto de la piba, entro con cuidado y le lanzo un pase a ras de piso. Ella lo controla bien y hasta se pone a hacer unas "jugaditas".

- Con razón te sabías mover bien frente a la cámara. Tiesa de todas las cosas malas, por lo menos no eras - y me río hasta algo coqueto, creo yo.
- Todo el mundo cree que solo tienes que ser de una manera. A veces hasta respirás cómo ellos piensan que debes hacerlo - me dice, ahora con el balón, en la mano y una mueca seria.

Ecos retumban de sus palabras y luego, la nada.

- Lamento haberte "juzgado". pero tus actitudes en el parque no ayudan mucho a lo que dices -sentenció un poco incómodo con el silencio generado.
- Es que soy así. Pero puedo tener otras formas también, ¿Sabés? No hay un manual y sí lo hubiera, qué jodida y triste vida. La gente aplaude la autenticidad, pero teme que seas vos misma.

Condenada piba. Nunca pensé que tomar fotos me llevaría a este punto de introspección. Al menos, no de esta manera.

- Mirá -dije suspirando, un poco cansado por lo pesadas que se estaban poniendo las reflexiones- ¿hace cuánto que nos hacés nada que te llene el alma?

Me observa con cara de no entender de qué iba a esa pregunta, así que tuve que esforzarme un poco más.

- Por ejemplo, yo trabajo en fotografía y eso me hace feliz, me toca y me mantiene motivado cuando alguna estupidez de la oficina o de la uni se sale de mis manos. La gente espera mucho de mí, pero yo lo único que espero es ser feliz - concluyo con una sonrisa y alzando la ceja un piti para hacerla reír. Es un viejo truco.

Baja la cabeza como triste y veo que se le cae una lágrima, luego una sonrisa. Pasa su mano por la cara, se seca, se serena y de repente me dice:
- Me gusta un montón ir al estadio, pero no he sacado tiempo con todo los compromisos sociales en los que me pone mi vieja. Y cuando tengo chance, el cansancio me puede más.

- Un alma cansada es un alma no contenta. Se supone que el cuerpo tiene que morir antes que el espirítu, no al revés. Así que vale más aguantarse un dolor en la espalda o unas ampollas en los pies, que una tristeza bien cabrona. Poneté tu remera que nos vamos a la Bombo. Claro, supongo que tenés.

- ¿Qué? ¿Vos creés que logremos entrar? El partido empieza a las 20h00. Aparte que sos de River, pibe - y dice el "pibe" con algo de desprecio y a mí no me importan más las maneras y la falta de confianza. Yo tengo que soltar una carcajada. Y así lo hago.

- No es la final de la Copa del Mundo, piba -y le guiño el ojo - y lo de River era una joda. Tenía que hacer una salida dramática hace rato. Mirá - y comienzo a aletear y hacer ruidos con la voz - Muertee a las gallinaaas -grito, pasan unos segundos y regreso a mi tono de voz habitual- Nah, en verdad soy de Chacarita. River o Boca me recontra pasan y no me duele acompañar a una piba guapa a ver un partido de domingo por la noche.

Se sonroja. Se me ha salido lo de guapa. Pero bueno, es cierto, está muy guapa, y mi lado profesional se había ido de vacaciones hace ya algunos minutos. Su piel vuelve a un color neutro y me pide que me dé la vuelta, cuando grita "puedes girar", tiene puesta su remera y bueno, por alguna razón estoy a punto de hacer una de los babosos. Qué guapa. Guapa, guapa. Es una reina y no lo digo a modo de piropo. Realmente marca presencia con la camiseta del campeón. Imponente hasta en el alba.

- Pues acertaste, sí tengo mi remera de esta temporada. ¿Nos vamos? -me mira desafiante e irónica.

Sonrío y le indico con la mano el paso. Luego me sugiere dejar mi equipo en uno de sus armarios del piso de abajo. Ya saben, la seguridad en los estadios de tercer mundo no es la mejor. Supongo que tendré que regresar a por mi cámara. Ya no necesito inventarme una excusa para seguir pasando tiempo con la piba.

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Esa noche Boca ganaría 3-0 y yo me llenaría de abrazos y hasta me regalarían un beso.
Hoy se cumplen 10 años de ello y no puedo estar más feliz de saber que la Reina del Alba -así le puse, por ser un versión moderna de la cenicienta- sigue en mi vida. De hecho, ahora me viene a ver. Toc, toc, toc. Ahí está; debe ser ella.

- Nunca pensé que llegarías tan lejos -me dice coqueta y burlona- aunque debo admitir que verte así me hace la mujer más feliz del mundo. Tu smoking está maravilloso. Tú estás maravilloso. Serás un esposo fenomenal.

Se supone que no debes ver a la novia antes de la boda, pero nadie dijo nada de tu best woman. 

- Estoy feliz de saber que serás mi madrina -y hago comillas con los dedos- gracias por seguir acá.
- De nada, pibe -en tono materno- Solo espero que las fotos que te tome valgan para compensar todo lo que me has ayudado en estos años.
- Jajaja, no lo dudes. Te enseñé bien. Si no, igual, podemos recrear la boda solo para tener otra sesión de fotos. Pero no lo arruines - y le guiño el ojo mientras esquivo el puñete que me dispara merecidamente.

Contiene su ira, mi mira, me toma de los hombros, luego me acomoda el corbatín, me estira la leva y sonríe. Baja la cabeza, tal como en su cuarto hace una década, pero esta vez, no hay tristeza en sus ojos. La lágrima que derrama connota alegría.

- Tara es muy buena chica- sonríe y se limpia la lágrima cuidando no arruinarse el maquillaje - No lo arruines - y se mata a carcajadas.

La mira feo y le digo que ojalá Boca pierda mañana la final contra River. Me calma, me abraza y yo siento que nos merecemos una última foto. Porque ya llega el alba y la reina tiene que irse, a brillar, a soñar y ser la piba que siempre quiso ser, no la que las personas le querían imponer.

Cheese. Clic. Flash. Dos enamorados del fútbol en su primera (de dos, -ojalá sean solo 2-) fotos de bodas.



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