Telescopio


Ella tenía un hábito extraño. Ella usaba el telescopio solamente durante invierno.
Religiosamente le encantaba sentarse frente a él toda tarde de nieve y cada noche de lluvia.
En silencio analizaba los copos, entre suspiros cada gota dibujada sobre el lente.

Si lo pienso bien, mi rutina a su merced, también era un poco rara.
Levantarme, hervir chocolate. Servirlo y llevar dos tazas a la cama.
Luego un beso a labio tibio, la mejor sensación de cada mañana.
A continuación, salir y descubrir un nuevo método para llegar a mi trabajo.
Un día una intersección tenía paso, al otro el plan vial había cambiado.

Lo raro estaba en que sin importar horario o compromiso al momento,
yo veía hasta la última manera de escapar de la oficina, y ponerme marcha atrás
a casa, cada que la nieve comenzara a caer con mayor ahínco.

Sabía que ella estaría ahí sentada, sobre la terraza, con una libreta,
como viendo constelaciones, anotando sus puntos cardinales y
pidiendo un deseo al copo fugaz.

Al mirar el universo a través de sus pupilas de hielo, me acordaba que antes busqué señales para salir de mi cuarto. No quería que "alguien me entendiera", lo que buscaba era un abrazo para salir de mi exilio. Y un día, llegó ella, con su rutina extraña, que trajo de un satélite de galaxias lejanas. Ella buscaba escapar a un planeta donde todo fuera invierno, yo evitar morir desamparado en mi solitario verano.

Ella tenía un hábito extraño, ella tenía un telescopio. Ella me miraba a través del lente y yo me ponía a bailar entre constelaciones de nieve.

Comentarios

Entradas populares