#NosFaltan Javier, Paúl y Efraín


Muchos se preguntarán quiénes son Javier, Paúl y Efraín. Otros los identificaron seguramente por el #NosFaltan3. Y ese pudo haber sido tranquilamente el nombre de la entrada, sería más fácil de ubicar en los buscadores y podría compartirse sin ningún problema por los distintos canales digitales.

Pero yo estoy cansado de hablar de números, hoy quiero hablar de personas. De 3 hombres sí, pero con historias, con familias, de carne y hueso. Los nombres tienen historia, los números a veces no.
Créanme, (y quiero dejarlo claro) mi intención no es criticar el # ni la manera en la que se ha difundido la información y demás recursos sobre el paradero y situación de Javier, Paúl y Efraín.
Lo que quiero transmitirles, es que nuestra memoria social es débil, flaca; condena rápido, se indigna rápido, y actúa rápido. Pero también (y qué lamentable) olvida rápido.

Nos voy a poner a prueba: ¿recuerdan a un tal Aylan Kurdi?
No, ¿verdad? Y yo tampoco lo recordé hasta que las noticias de Javier, Paúl y Efraín comenzaron a propagarse y se hablaba de una posibilidad de que estén en cautiverio. 

Pero, bueno, ¿quién es Aylan?
Quizá ustedes lo reconozcan como el niño sirio muerto a las orillas del mar. Un nene de 3 años, que la policía encontró una mañana cualquiera hace ya 2 años y medio, abandonado por sus padres.
Se habló del tema infinidad de veces, la conmoción fue mundial. No pasó mucho más que un par de semanas para que otra historia vendiera más en los medios y la tendencia dejara en el paso la noticia del niño sirio y el planeta entero borrara de su memoria la historia de Aylan Kurdi.

De la forma en la que estamos, vamos a seguir acumulando número y casos aislados y los vamos a seguir olvidando al mes, porque no nos tocan ni una sola fibra. Tenemos que ir más allá, tenemos que darle un nombre, una cara a cada caso. 
Y hoy quiero comenzar con lo poco que sé de Javier, Paúl y Efraín.


El día que fue secuestrado Javier Ortega Reyes tenía 32 años y llevaba cerca de una década desempeñándose como periodista. Su vocación lo llevó, en su corta carrera, a informar siempre con seriedad, compromiso y transparencia. Paúl Rivas, por su parte, era fotógrafo y a sus 45 años de seguro no había nada que lo ilusionara más que dar cara a una historia. Porque para él, aunque muchos lo consideraran un cliché, una imagen SÍ valía más que mil palabras y capturar un momento no era medible con adjetivos y palabras bonitas o lamentos desgarradores (dependiendo del caso).
La trayectoria de Efraín Segarra Abril era todavía más extensa que la de sus 2 compañeros, ¿por qué un señor de 60 años, ya habiendo cumplido con dar lo mejor de sí por su profesión y demostrado compromiso con su país iría a territorio fronterizo? Habría quienes que lo tildaran de "necio veterano". Pues sí, qué veterano para más necio, pero qué admirable tener un compatriota que da hasta sus últimas fuerzas con tal de hacer valer sus convicciones y mostrar al mundo la verdad detrás de un reportaje, como buen conductor que era.

¿Lo entienden ahora?

Somos más que un número de cédula, una cuenta bancaria o un número de teléfono.
Somos más, incluso, que nuestras mismas profesiones. Los seres humanos son más que la suma de muchas partes. Somos uno TODO.
Somos nombres, somos historias, somos personas.
Somos únicos e irrepetibles y nuestra vida merece ser recordada por eso.

Entonces, ya no hablemos de 3 periodistas que fueron secuestrados y que, posiblemente (el dolor que me causa es tremendo) estén muertos.
Hablemos, en su lugar, de Javier, Paúl y Efraín.
De hombres con propósito, de hombres con familia, de hombres con historia.




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