El papelito del inacake


- Oye, ¿hasta que hora te espero? - escuché al otro lado de la línea, apenas haber contestado la llamada. Era Enriqueta, que quería reunirse a conversar sobre el guion de la película que estábamos por producir.

Suspiré con la poca energía que tenía y le dije medio enojado (aunque mi desgano no lo transmitiera) que se tranquilizara, que en 5 estaba ahí. Y no, no eran esos 5 minutos que significan tres cuartos de hora.

- ¿Qué parte de que tenía cita urgente con el doc no entendiste? Con el celular pegado a la oreja me demoro más en coger ritmo. Voy a colgar. Bisou Bisou.

Antes de cerrar alcancé a escuchar unos cuantos insultos.
"Gritarte porque le vas a colgar #ClassicEnriqueta" pensé twittear, pero preferí mostrárselo a mi amiga antes de enviarlo a todo el internet (o al menos a la gente que le importaba las estupideces que publicaba).
Así que otro texto más a la bandeja de borradores, algo que se había hecho costumbre desde que apareció la bendita infección estomacal.
El doctor me había recomendado reposo, pero yo definitivamente le tenía más miedo a Enriqueta que a un par cólicos.

Llegué al restaurante y comencé a buscarla con la mirada. Un camarero me atendió y me preguntó de quién era acompañante, se lo dije y me señaló la mesa. Enriqueta me esperaba con una sonrisa llena de sátira. No haría una escenita ahora, guardaría su venganza para otra ocasión y sí que la comería en un plato bien frío. Aunque eso es lo dejamos para otra historia que pueda contar ya sin este dolor de estómago.

- Querido, cuéntame, ¿qué te dijo el doctor? - me dijo entre amable y condescendiente mientras me sentaba - No te preocupes, ya te pedí una infusión.

Me reí, ella sabía cuánto odiaba las cosas calientes, pero tenía que darle el beneficio de la duda y creer que solo se preocupaba por mí.

- Gracias - dije levantando la comisura de mis labios a modo de sonrisa - el doctor me mandó a hacer exámenes. No pudo detectar qué es lo que me hizo daño.
- ¿No has comido nada pesado?, ¿fuiste a alguna hueca?
- El doctor preguntó lo mismo, pero no. La verdad he estado comiendo bien, con esto de ahorrar para nuestro viaje a Lima, he preferido no salir. Además sigo con la rutina de spinning.

Enriqueta se acomodó en su silla y se puso meditabunda. Luego de un minuto, salió de su letargo, me sonrió y me dijo que nos vayamos a mi casa. Que ella pagaba la infusión.

- Después de todo, no quiero pedir mis ravioles sabiendo que tú no puedes comer más que galletitas de avena.
- No estoy tan mal, Enriqueta - le contesté - puedes pedir tu comida grasosa. Aparte no voy a dejar de comer uno que otro dulce. De seguro, lo que tengo no es ni grave.
- Vámonos, en serio - y me tomó la mano - en casa podremos hacer mejores anotaciones del guion. Hay que hacerlo rápido eso sí, porque si no, no tendremos para comer en Lima y eso sí me enojará.

Sonrío imponente, pidió la cuenta y nos fuimos.

Ya en casa, nos pusimos cómodos y antes de comenzar con el trabajo, le ofrecí un dulce y algo de tomar. Pero, al revisar la alacena, me di cuenta que solo tenía un par de inacakes. Los pocos que me sobraban de las compras de la semana pasada.

- Tendremos que comer inacake con leche - dijo medio apenado, pero con gracia - yo te invito la cena la primera noche en Miraflores.

- Dale no hay problema - dijo, tomó la vajilla, la dejó en la mesa, se levantó un poquito del mueble y me dio un beso en la mejilla.

No pude evitar sonrojarme.



Me senté, saqué los guiones de mi maleta y, mientras buscaba la página en la que nos habíamos quedado, comencé a comer el inacake.
De repente, la sonrisa que traía Enriqueta, se transformó en una mueca de estupefacción.
Sí, es la palabra indicada.

- ¿Por qué te estás comiendo el papelito del inacake? - me cuestionó horrorizada. - ¿Estás loco?

Yo no entendía nada y no todavía menos qué responder.

- Con razón está que te duele la panza. ¿Cómo vas a creer?
- ¿Se supone que no lo debo comer? ¿No es parte del pastelito?.
- Nooooo - gritó y créanme fue con muchas 'o'.
- Pero sí sabe bien. Deberías probarlo.
- PARA DE COMERLO - se puso roja y comenzó a dar vueltas por la sala - ¿sabes qué? Hablamos al rato. Y ya no comas eso, que en serio, te hace daño.

No supe con reaccionar a tiempo y esta vez era yo el que tuvo que decir algo que no sabía si sería escuchado.
- Pero, pero, pero... ¡Debería venir con instrucciones! - y lancé el papelito (o lo que sobraba de él) al piso.

Así fue cómo, en una tarde pasé de estar a punto de ir al siguiente nivel con mi mejor amiga a hacerla cuestionarse porque siquiera trabajaba conmigo.
Todo por mis hábitos alimenticios.

Luego de unas horas, nos reímos mucho de la situación y fue la anécdota más divertida para contar a los amigos que conocimos en Lima. Y para que vean que supimos llevar las cosas con la mayor madurez posible, el mirador del Larcomar fue testigo de nuestro primer beso.

Así que niños, prueben el papelito del inacake (si quieren), pero no vayan a hacer un all you can eat con ellos. Puede derivar en un bloqueo creativo o una relación frustrada (¿quién sabe?)

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