Tapita, el gato del mundo


El cielo está nublado, pero no tiene vista de que la lluvia va a causar estragos en el tránsito. De hecho, el tránsito es ligero: no se puede correr en la vía, pero se avanza con tranquilidad. Es de uno de esos días en las que nadie tendrá excusa para llegar tarde a sus compromisos.

El tipo del Sedan rojo a mí derecha
parece tener una cita romántica,
¿será que va a proponer matrimonio?.

En el otro costado, una chica se maquilla aprovechando la luz roja:
seguro va a recoger a alguien al aeropuerto.
¿Mamá, novio, peor es nada? Esa ya es otra historia.

Por mi lado, yo estoy camino al dentista: hoy, por fin,
me quitan los frenillos. Mi suceso es igual de importante
que el de mis compañeros de ruta, no tengo la menor duda.

Estoy a punto de preguntarme qué le espera al tipo de la doble cabina de adelante, cuando veo un gato sobre el techo del carro. Imposible generalizar, pero este gato es distinto. Es coqueto, pero astuto, pero en un sentido humano de la palabra. Parece que le da miedo actuar así, que no se siente natural. Estoy seguro de que si escuchara con atención su "meow", este se transformaría en un "hola, muchísimo gusto, mi nombre es..."

El pito del auto de atrás no me deja inventar un nombre y sencillamente me limito a avanzar aguantándome las ganas de protestar y decirle que con esa actitud seguro lo que le espera en casa no es nada bueno. Desconcentrado por lo anterior, pierdo de vista al gato. Trato de ubicarlo, sin perder el control sobre el volante.

Lo veo a 3 autos de distancia, aprovecho cada que uno carro ralentiza el paso y cruzo el carril para rebasar. Lo observo con más detalle ahora y noto que está jugando con una tapa. Muy pequeña para ser precisos. Y parece gustarle mucho porque cuando está a punto de perderla salta de auto en auto protegiéndola a coste de su integridad y a coste de la sensibilidad de mi corazón que no podría ver a a un animal arrollado por un auto.

Se detiene y reposa sobre el techo del auto, esta vez un Nissan Kicks, parece estar cómodo. Lo miro y con un pequeño pitido lo llamo. El conductor del Nissan piensa que es con él y sonrío nerviosamente para evitar cualquier confusión. Mientras tanto mi amigo felino ya ha cambiado de auto y se desliza ágilmente por la ventana del copiloto. Lo acaricio, se nota que vamos a ser buenos amigos.

Lo veo, hablo y parece comprenderme, en serio pienso que va a comenzar a filosofar conmigo. No puedo cortar ese proceso así que bueno, decido marcarle a mi dentista y cancelar la cita. No todos los días te sacan los "aparatos" es cierto, pero tampoco es algo cotidiano encontrarse con un gato que crees parlanchín.

Manejo por las calles, ya más despejadas, y llegó a casa. Aparco e invito a... Ahora me pregunto cuál será su nombre. Para efectos de la historia le pondré Tapita. Tapita, el gato de George, suena bien, para un cuento de niños o algo así. No lo sé. Bueno, Tapita entra y decide quedarse la noche o al menos hasta que deje de llover. Sí, ya se armó el aguacero.

Horas después, escampa y Tapita se acerca al mueble a donde estoy dormido a recordármelo.
Lo miro y entiendo que es una despedida.


Tapita, puedo haberse quedado más tiempo conmigo, limitarse a mis planes o las ideas de cualquier otra persona, que erróneamente considera que sé es "dueño" de otro ser vivo, que son posesión y no compañía. Pero acordamos juntos que se fuera, que el no era Tapita, el gato de George, de Guayaquil o del Ecuador. Tapita era el gato del mundo y tenía que recorrerlo para encontrar un lugar que le fuera propio y donde viera sus metas cumplidas.

Les dije que era un gato particular, no lo estaba inventando.

Comentarios

Entradas populares