De Lunes a Lunes


Llevo recorriendo una geografía silente, cambiante, admirable, profunda, encantadora, mágica y cuántos más adjetivos reduzcan una relación a un símil con la naturaleza. 
Todo comenzó un viernes (hace casi dos años) y sigue su ciclo un martes en tiempo presente. 

Desde un helado hasta un medio bolón mixto; desde Allende hasta Pedro Páramo, ha sido un paseo culinario, literario, filosófico, académico y otras cuantas facetas que siempre ha sido mejor mantener implícitas. 
Al menos por un tiempo más. 

Pero pase lo que pase, en mi corazón siempre será recordado como un viaje exquisito para todos los sentidos (bueno, quizá le falta un buen concierto, pero ya veremos qué pasa).


Ha tenido baches, llantas que se ponchan y atajos improvisados, siendo un tiempo de evolución, retroceso, vacíos y noches de todo tipo (desde nubladas y sin señal hasta las más estrelladas: de esas que lleguen a galaxias muy, muy lejanas donde hay robots tiernos que nos encantan).
Nos ha convertido también en grandes es
caladores, y ha mejorado nuestra resistencia a los esfuerzos anímicos de lo incierto.
Colina, tras colina, descubrimos un sueño y mantuvimos otros en secreto para más tarde.

También ha sido un recorrido de mucha verdad: de silencios que dicen más que muchas frases llenas de clichés. De asumir y de equivocarse; de perder la esperanza y de encontrarla de improviso. De planes que se han quedado stand by y otros que no imaginábamos tener (al menos desde mi perspectiva de copiloto).

Cierro confirmando que este es un de esos viajes donde no se apunta hacia una dirección concreta y donde lo fascinante está en el misterio que encierra el camino y cada paso que se da de Lunes a Lunes. De un viernes hasta un domingo; comenzando una navidad y paseando todavía un carnaval con ritmos de esperanza. 

Ya veremos a dónde nos lleva la siguiente parada
y qué aprendemos de esa nueva ruta.

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