Historias en tiempo presente


Es primero de enero y quiero iniciar el año con lo siguiente:
¿cuál es el tiempo perfecto para contar una historia?
No hablemos de escribir, pensémoslo en cuestión de relatar,
transmitir un mensaje, hacer sentir algo, cualquier actividad
en la que el lenguaje esté involucrado.

Yo (como ya se imaginan) le he apostado al presente. 
Presente es otra palabra más que viene del latín y que etimológicamente (créanme les va a gustar la definición) significa: estar delante. Es en ese detalle mínimo, con poco glamour y tan ajeno al esplendor de las fechas que estamos viviendo, donde yo encuentro la magia de escribir en el aquí y el ahora.

¿Imaginan escuchar en vivo, a pocos metros y con la mejor acústica a su artista favorito? ¿Abrazar a un familiar que no habían visto después de mucho tiempo? ¿Ponerse al día con una amiga luego de meses planificando una salida antes fallida? Así se siente estar presente y también contar una historia en ese tiempo.

Pálpito, pulso,
sudor, contacto,
torpeza, pasión,
así se siente 
en tiempo presente.

Hay ciertos casos, basados en razones muy concretas e inapelables, donde se escribe en presente: el guion lo es. ¿Por qué? Pues como me enseñó mi profesor de cabecera (espero que cojan la referencia): todo lo que la cámara ve y lo que el micrófono escucha está pasando, se está desarrollando en ese instante. ¿Un racconto? Sí, es una historia en pasado, pero a través del lente sucede por vez primera. Lo mismo pasa con los famosos flashforwards. 

Y con esa referencia audiovisual, los quiero seguir convenciendo del encanto del presente. 

Presente también es sinónimo de momento.
Los momentos se asimilan en presente.
Y claro, esos momentos no son eternos,
pero nos dejan los recuerdos.
Recuerdos que vienen del pasado,
pero que tocan las fibras de la mente en presente.
Cuando los evocamos se quedan en presente.
Al igual que los sueños, que son ideas a futuro,
pero que se piensan en presente
y que cambian de parecer siempre en presente.
Está de más decir que cuando se hacen realidad,
actúan también en presente.

Entonces, el presente es un círculo virtuoso de la historia,
pero también lo es de la vida (¿y del amor también?)

Porque estar presente es la única manera de vivir.
O, por lo menos, la única que conozco yo.


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