Ecos de un año no bisiesto


"366 días.
Sí han pasado 366 días. Y todavía escucho el susurro"

366 días son los que conforman un año bisiesto (confieso que pocas veces en mi vida he usado la palabra para un texto, por lo que se me resulta extraño escribirla), pero yo no les quiero hablar de esos 366 días.

De los 366 días de los que les quiero hablar son los que se dieron entre el 25 de noviembre de 2016 y el día que hoy marca su calendario, o el que por lo menos podrán observar en la pantalla de su celular (claro está, si me leen en el mismo huso horario en el que yo escribí este texto)

Durante esos 366 días (Uff, qué largo tiempo) mi vida ha sido un sube y baja, pero no puedo estar más que agradecido frente a esa situación, porque en verdad es lo más divertido que me puedo imaginar. Hace 366 días, (esos 366 días) estaba planificando la conversación más importante de mi año. No, no era la entrevista con el trend hunter que me ofrecería mi empleo soñado.
Ni tampoco un meet and greet con alguno de mis artistas favoritas.
Era la conversación con una de las 3 personas con las que más tiempo había invertido durante lo que iba del 2016.

Y tuve terror de que los que se avecinaban fueran los últimos minutos
en la que nuestra plática hiciera eco en el infinito.

Tenía un montón de pendientes con esta persona, así que los agrupé y los acomodé según su orden de relevancia en la conversación, según yo, para que pudiera fluir.

Creo que mi intento fue en vano, porque me vi obligado a escribir al final del documento: "Dejar fluir todo".

¿Funcionó? No, porque todo lo que resulta orgánico, natural y propio a la esencia no sigue reglas, ni mapas mentales que una persona repleta de miedos le quiera imponer.


Eso no sería humano, y era precisamente lo que quería evitar.

Entonces, ¿qué sucedió en las primeras horas de ese día que daría inicio a 366 de un cambio radical?
Pasó lo obvio, lo realista y todo lo que tenía que suceder, excepto que nunca apareció la voz de un ultimátum que encerraría a dos almas eternas sin oportunidad de dejar un eco y guardarlo de recuerdo.

Después de un tiempo, igualmente, considero que fue la última conversación de esas 2 personas: con las presiones de esas 2 personas; con los temores de aquellas 2 personas; con sus dolores.

Hoy entiendo que fue un globo el que los que sacó a flote del hueco en el que estaban (que ellos mismos habían escarbado) y que les hizo entender que sin eco las cosas se escuchan más claras y que las palabras se entienden tan puras, tan cristalinas, nada obtusas. Tal cual salen del corazón.

366 días después, no importa si es de ropa, de páginas web o de comida, la conversación sigue fluyendo, porque en verdad nunca se detuvo.

Susurros siempre avivaban el silencio, aún 336 días después.



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