Una amistad para llevar


"Me encantaría 
Sí, tener más fotos contigo
Créeme, lo amaría.
Pero prefiero 1000 palabras
a solo una imagen contigo."

Javier y Alejandra se alistaron para otra más de sus salida. Una vez al mes tenían pactado recorrer los distintos barrios de la ciudad, o lo que quedaba de ellos a las 10 de la noche cada martes. Guayaquil no es una ciudad nocturna, lo sabían, pero sus agendas repletas de trabajo, ejercicio, tiempo en familia y estudio no les permitían encontrarse en otro horario.

¿Qué hacer en un barrio ya casi sin luces un día laboral? Ellos se hacían la misma pregunta, pero nunca la respondían, como si se tratara de una obviedad. Pues andar sin rumbo por la ciudad, sin un destino concreto, era siempre un placer. Perderse en sus conversaciones como si el recorrido no importara, una odisea de la que disfrutaban mes a mes.

En ocasiones, improvisaban y decidían continuar su conversación en alguna hueca o cafetería disponible. Como ya lo he ido repitiendo en este relato, las posibilidades de encontrar un lugar disponible eran mínimas. Así que muchas veces, esas paradas se convertían en caminatas al son del viento que los acompañaban mientras compartían sus historias del último mes: todo lo que la saliva y la mente les permitiera sin divagar. Muchas veces era difícil llegar al punto sin cambiar de tema u ocurrencia, pero lo intentaban.

Cabía la posibilidad de pescar un lugar abierto, pero quedarse reduciría el tiempo que tenían para seguir conociéndose un poco más. Porque eso es en fin la amistad, encontrar nuevas ocasiones para

revelarse un poco más y compartir con ese cómplice que la vida nos regaló.
Por eso, el método para llevar les era particularmente perfecta, más aún porque siendo martes, las salidas no podían extenderse demasiado en su plática, pues el cuerpo y la cabeza se los harían pagar a la mañana siguiente.

En fin, era esperar la orden, avanzando con los pendientes, subir al auto, llegar a la casa de Alejandra, aparcar el carro, despedirse -o pretender hacerlo- para luego terminar con una terapia de parked car conversations que siempre le había sentado tan bien. Y luego esperar un nuevo martes, jueves, miércoles, cualquier día, para disfrutar de 2 horas que valía la pena compartir entre 30 días de otros asuntos.

- Estamos hablando, Ale - dice Javier al abrir la puerta de su acompañante. - No te olvides de ver la serie que te dije
- Y tú de leer el libro que te recomendé -responde con una sonrisa Alejandra. - Ah, y escríbeme cuando llegues a casa.

Se cierra la puerta y comienza un recorrido de grandes historias hasta un próximo encuentro entre estos 2 amigos.

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