El arte de soltar


Cada vez falta menos para mi cumpleaños número 21 y por primera vez siento que la edad no es más
que un número, muchas veces mentiroso. No me malentiendan, estoy muy feliz por, ¡al fin!, ser legal en todo el mundo. Creo que es algo que inconscientemente todos queremos, porque en el fondo amamos tener en la libertad de hacer las cosas, y nos encanta tomar decisiones.

Aunque a veces creamos lo contrario.


Sí, a veces creemos que no estamos listos para afrontar ciertos tópicos de la vida, porque "no ha llegado el momento", o el clásico "eso es algo de adultos". Y vamos, no me refiero a que actúes lleno de presiones y te pongas un peso encima de responsabilidades que no te corresponden. Todo lo contrario. A veces, tenemos la tonta idea de que aún no estamos lo suficientemente grandes para decir que no a todo eso que nos mantiene atados, a esas cosas que nos impiden ser feliz.

No somos capaces de ponernos los pantalones -o lo que sea que quieras usar- y seguir esa afición o hobby que tanto nos gusta; de estudiar lo que realmente nos apasiona; de viajar a donde queremos. Todo porque tenemos miedo de llegar lejos, de volar sin retorno y de soñar sin fronteras.

Porque nos siguen importando más nuestras calificaciones, que el hecho de que nos desafíen al máximo para aprender. Porque preferimos encerrarnos en nosotros mismos en lugar de soltarnos y admitir que estamos mal, que la rutina nos tiene cansados y que no está mal querer escapar de tanto en tanto.

Mi intención no es decirles que sigan mi camino de "errores", quizá yo sea el más cobarde de todos: en mi último viaje a Nueva York me di cuenta que estoy hecho para cosas grandes, que quiero aportar mi granito de arena para cambiar el mundo y que tengo todo para hacerlo, pero que vivo aterrado, con un miedo terrible de salir de mi zona de comfort. 

Y ese es el problema, siempre hay un pero para ser feliz.  Pero ya basta de eso.

Les ofrezco confesar nuestros miedos y encontrar juntos la forma de desatar esos nudos que nos mantienen disparando a un punto ciego, sin objetivos claros y con metas frustradas.

Es la única forma de ser feliz; a 2 meses de cumplir 21 no me queda la menor duda.

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