Vístete de sincero


Voy a comenzar esta entrada dándoles una pequeña recomendación: no dejen los temas de conversación más profundos para la madrugada, chismeen más temprano, sincérense a media tarde, rompan el silencio apenas entrada la noche. Por lo menos, si a la mañana siguiente la alarma sonará 7:15 am.

En verdad, amo las conversaciones noctámbulas: están llenas de encanto, de una exquisitez que hace las noches más largas, que convierte en cómplice a la oscuridad y que juega con esa ansiedad de saber cuál será ese último gran mensaje que cerrará la velada. 
Pero pasa que estoy bastante agotado mientras escribo esto, y es muy fácil cuestionarme por qué desaproveché la única noche de sueño completo que tendré durante una semana tan movida. 
A veces, llega, sin más, ese momento de vestirse de sincero, de dejar de andarse por las ramas y decir lo que pensamos, sin máscaras y sin el absurdo objetivo de quedar bien. 

No los voy a llenar del drama de esa noche en la que pasé de un "es mejor que me vaya a dormir para no comentar cualquier estupidez" a un "¿sabes qué?, te voy a decir la verdad." en un transcurso aproximado de hora y media -quizá fue más, pero esta vez me voy a dar el gusto de no ser exacto. En ocasiones, los desvaríos enriquecen las memorias y por ende las historias. 

Lo que sí quiero compartirles es la reflexión final de la noche, y por favor, háganme saber si estoy siendo moralista, pero creo ya está bueno comenzar a decir lo que pensamos y listo. ¿De qué nos sirve dar una imagen de algo/alguien que no estamos ni cerca de ser?, ¿tiene sentido querer impresionar a alguien que no sería capaz de aceptarnos tal y cual somos?, ¿de olvidar nuestra esencia y cagarnos de miedo por perder a alguien que no se preocupa por nosotros?

No importa si eres un peladito de 20 o estás por convertirte en treinteañero, a la altura que sea, si sigues en modo autodefensa, buscando placer momentáneo, evitándote cualquier desilusión o adaptándote al estilo de vida de alguien más para quedar bien, simplemente es hora de caer en la cuenta de que hay muy poco tiempo para "montar" la de camaleón y proyectar una imagen acorde a la persona que está al frente.

Algo tiene que cambiar, es urgente reemplazar el chip y ponerse en modo sinceridad, vestirse de ella y dejar de jugar a la víctima. La vida responde en relación a las decisiones que tomemos; no hay más.

No quiero terminar esta entrada, sin agradecer enormemente por todo lo que hizo de junio un mes tan maravilloso, rico en experiencias y que me deja un buen sabor para lo que queda del año: comencé el blog, tuve la fortuna de conocer personas maravillosas, crecí, me ilusioné, cambié el chip, hablé sobre la escritura en un evento maravilloso y, sobre cualquier cosa, fui feliz. 

Gracias por ser parte de esta décima entrega. 
En julio, vamos por más. Esa noche de sinceridad es un buen augurio.


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