El último autógrafo


Era la última noche en un pueblo del que ya ni recuerdo el nombre, cuando llegó a mi correo la notificación de que una de mis ilustradores favoritas estaría visitando el estado al que me dirigía: California. 

Había ido a vacacionar a la costa para despejar dudas sobre qué haría en el momento en que me entregaran mi título de Licenciado en Arte contemporáneo. ¿Regresaría a Iowa junto a mis padres y me reencontraría con mis amigos de la infancia?, ¿aplicaría al trabajo de mis sueños a 1500 km de distancia? o, ¿me quedaría atrapado en el ritmo vertiginoso de Nueva York?, la ciudad que había sido mi verdadero hogar durante 4 años, y de la que me enamoraba más con cada estación que veía pasar.

En el camino, a San Diego, las dudas seguían ofuscando mi cabeza, y diría que la materia de mi cerebro se hizo aún más gris de tanto pensar. Ya apostaba yo llegar a California sin ninguna neurona calibrada; no podía más. 

Pero ese mensaje lo cambió todo. 

Victoria Cole había sido desde siempre mi máximo referente artístico. De hecho, cuando me interesé en una carrera en economía durante la secundaria, al ver su primer libro de ilustraciones -la dedicatoria, los trazos, la humanidad- recordé que yo le era fiel a una sola materia, que mi destino ya estaba dibujado. 

Luego, lo de menos fue escoger el enfoque: me era más afin la teoría y por eso me inscribí a la licenciatura en arte contemporáneo y le dejé la práctica a unos cuantos soñadores que con cada pincelada, con cada trazo, transmitían el fuego que los movía por dentro y hacían vibrar a quien los veía. Tal era mi caso, que me dediqué a estudiarlos, a nutrirme de su arte y a seguir todos sus pasos: conocí a muchos, me amigué con otros y hasta tuve salidas clandestinas con unos cuantos; después de todo estábamos en Nueva York, e ir con unos desconocidos a un bar bohemio a tomar unos shots era muy propio de la ciudad.

De todos ellos, conseguí una foto y un autógrafo que archivaba en un álbum con religiosa determinación y en el que solo quedaba un espacio vacío: VC versaba debajo del marco donde la foto y el autógrafo esperaban completar tan particular colección. 

Nunca había coincidido con Victoria: cada vez que ella visitaba el estado, yo ó estaba en semana de exámenes finales, o había viajado a Iowa a ver a mis padres. Por lo que su visita a San Diego para presentar una obra en la bienal del estado de California -como decía en el mail informativo- era una de esas maneras en las que la vida te dice "ya basta de jugar contigo; es tu momento". 

O eso creí


















Ya en San Diego y terminada su exposición - presentó un retrato de un hombre cuyos ojos eran lirios, con el deseo de expresar que la vida del hombre es un otoño sin fin- la encaré con todo la firmeza del mundo, como una persona totalmente diferente al veinteañero lleno de dudas que había viajado hasta por todo el país para entender qué hacer con su vida.

Ella, muy amable, como siempre la imaginé, accedió a la foto e incluso me sugirió tomarnos un selfie para conmemorar el recuerdo "como se hace ahora". El primer paso estaba dado. Hacía falta, tan solo, que esa mano de la que tanta magia brotaba, trazará sobre papel un sello con el que yo podría cerrar satisfecho un libro que permanecía bajo llave en mi pensionado de Nueva York.

"Jörgen". Prometo que no tengo rasgos musulmanes y si los tuviera no me avergonzaría de ellos, pero eso fue lo que Victoria escribió en aquel retazo de papel. 

Y no había forma de remediarlo, apenas salí de mi espectro de felicidad y noté que había sido re-bautizado, ella ya estaba rodeada de gente, intentando subirse a un taxi. Antes de que se cerrara la puerta, nos vimos y me sonrió con dulce complicidad. 

¿Quedé decepcionado?

En absoluto, Victoria Cole es, desde ese momento, la protagonista de la historia más cómica de mi vida y las bromas de mis amigos respecto a mi nombre son el constante recuerdo de cómo aquella tarde entendí que no importaba el lugar donde continuara mi vida, aquella memoria me acompañaría siempre, que todo lo que había vivido en mi camino a completar ese álbum se quedaría conmigo.

Y mis miedos, por fin, se desvanecieron. 




Comentarios

Entradas populares